domingo, 7 de mayo de 2017

1984 y el futuro

1984 y el futuro

Gabriel U. García T.

A final de la década de los 40, George Orwell escribió “1984”, una novela fabulosa y aterradora en la que presenta un mundo regido por un gobierno donde el Partido Único es dueño de todo. Controla a la población a través de las tele-pantallas, desde las cuales, el Gran Hermano vigila y ordena. En ese Estado, producto de la ficción y la preocupación que Orwell sentía, existe la Policía del Pensamiento, para buscar aquellas personas que puedan disentir con el régimen;  el Ministerio de la Verdad, dedicado a las noticias, espectáculos, televisión y bellas artes; el Ministerio del Amor, “encargado de mantener la ley y el orden” y el Ministerio de la Abundancia, responsable de los asuntos económicos. El autor, como se puede apreciar, tenía profundo temor de que, en el mundo, dejara de regir la verdadera democracia y se asienten los totalitarismos.

Sin embargo, en este artículo, nos les hablaré más de la novela que el curioso lector sabrá disfrutar por si mismo, sino del reto que Orwell plantea para pensar el futuro.

Maurice Blondel, un filósofo francés que muriera dos años después de que se escribiera la novela con la que empezamos estas letras, reflexionó muchísimo sobre la acción humana, su sentido y perspectiva. Al final, uno de sus grandes legados fue enseñarnos que el futuro no se predice, se construye. A partir de esto se desarrolló la prospectiva,  disciplina filosófica que propone el diseño de escenarios futuros y sus mecanismos de construcción.

Al empezar un nuevo gobierno, es momento que el Ecuador se plantee las estrategias para construir un futuro donde, el 62 por ciento de la población, económicamente activa, deje los trabajos informales y consiga un empleo pleno. Para ello, parece evidente, la necesidad de un cambio de visión que implique abandonar las ideas de un estado que todo lo controla y abrazar el reto de un gobierno que impulse, promueva y aliente los emprendimientos ciudadanos.


Alejémonos del Gran Hermano, dejemos de lado la Policía del Pensamiento y soñemos y construyamos un país donde reine la paz, no como producto del miedo, sino de la satisfacción de necesidades básicas que, actualmente, no se cubren a un tercio de la población.

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