A propósito de Odebrecht
Gabriel U. García T.
El
pasado 7 de marzo, Expreso nos traía la siguiente nota: “La
comisión ciudadana de selección que organizó el concurso de designación de la
primera autoridad de la Contraloría General del Estado aprobó
su informe final. Carlos Pólit, actual contralor general del Estado, es el
virtual ganador del proceso con 95 puntos sobre 100 “. Ocho días
después, la cadena Ecuavisa informaba: “Carlos
Baca Mancheno es el virtual ganador del concurso para
fiscal general del Estado, con una nota total de 94/100 puntos”
En efecto, tanto el doctor Pólit como el doctor Baca resultaron designados como
Contralor y Fiscal de la Nación.
Este
2 de junio, el país se conmocionó al conocer sobre los allanamientos que la
Fiscalía realizara en varios domicilios de Quito y Guayaquil, incluyendo el del
propio Contralor General del Estado. El escándalo aumentó cuando el abogado
defensor del Dr. Pólit, Hernán Ulloa, afirmó que la Contraloría presentó un
informe con indicios de responsabilidad penal en contra del Fiscal.
Todo
esto deja en muy mal predicamento los afamados concursos de méritos para la
designación de a autoridades de control.
El hecho de que la Asamblea Nacional, entidad del Estado que garantiza
la democracia representativa, perdiera la capacidad para que los ciudadanos, a
través de nuestros representantes,
designemos estas autoridades, nos obliga a pensar si es el momento de
que, este poder del Estado, retome una facultad que nunca debió quitársele.
Para
esto, solo hay un camino posible: una Asamblea Nacional Constituyente. Si el Excelentísimo Señor Presidente
Constitucional de la República, licenciado Lenín Moreno desea órganos de
control eficientes que frenen la corrupción, debe empezar por transparentar su
forma de designación.
La
Constituyente, que cada vez se ve más necesaria, deberá reordenar las
instituciones, empezando por la propia Corte Constitucional. El camino no será fácil,
pues empieza por romper prejuicios del propio movimiento de gobierno. Sin embargo, en
este momento de la vida nacional, los ecuatorianos exigen cambios radicales.
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