¿Ciudadanos de segunda?
Gabriel U. García T.
El alto funcionario, salió del despacho ministerial en Quito, como de
costumbre, un poco después de las seis de la tarde. Necesitaba cargar gasolina
a su flamante carro. Al llegar a la estación de servicio le comunicaron que
había agotado su cupo semanal y, así tuviera cupo, no podían venderle, pues
eran más de las seis de la tarde. La gasolinera estaba custodiada por militares
que vigilaban estrictamente que la norma se cumpliera.
¿Cree Usted, querido lector, qué esto sería posible en la Capital
ecuatoriana? Es impensable. Los quiteños se levantarían y reclamarían por sus
derechos. Sin embargo, es una dura realidad para todos los habitantes de la
frontera, supuestamente para evitar el contrabando.
Ahora imaginemos a un agricultor del Guayas que logra cosechar 850
quintales de cebolla por cada hectárea sembrada. Seguramente sería felicitado
por su eficiencia y buen manejo. Si, algún agricultor de Zapotillo, logra lo
mismo será castigado y, muy posiblemente, acusado de contrabandista.
Estos son solo dos ejemplos de cómo los ciudadanos que viven en la línea
fronteriza, no tienen los mismos derechos que el resto de ecuatorianos. Parece
que fueran ciudadanos de segunda. Lastimosamente cuando, el Estado, es ineficiente
en custodiar las fronteras, restringe derechos.
La venta del gas es otro ejemplo. Los distribuidores de Saraguro tienen un
determinado cupo mensual por trabajar en una provincia fronteriza. Los de Quito
no. Sin embargo, la Capital está a 245 kilómetros de distancia del puente
internacional de Rumichaca y, nuestra cabecera cantonal, a 247 kilómetros del
puente de Macará.
Como vemos, aún tenemos una política de fronteras muertas. En lugar de
estimular la producción y que la gente viva y trabaje en la frontera, el Estado
le pone trabas y fomenta su emigración. Esta es una de las razones para qué, en
Loja, por cada millón de metros cuadrados, solo vivan cuarenta y seis
personas. Por eso debemos luchar por una
zona de comercio fronterizo, un pacto fiscal, y zonas francas.
¿Y nuestras autoridades? Bien gracias. Les mandan saludos.
gulpianoga@gmail.com
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