viernes, 28 de noviembre de 2025

“¿Por qué el realismo literario es un oxímoron? Reflexiones desde Ángel Felicísimo Rojas y la Loja del siglo XX”


“¿Por qué el realismo literario es un oxímoron? Reflexiones desde Ángel Felicísimo Rojas y la Loja del siglo XX”


Gabriel Ulpiano García Torres, PhD.

Profesor de Filosofía de la Educación

UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA


1. Introducción


Hacer una tesis doctoral es, sin duda, uno de los trabajos académicos más importantes en la vida de cualquier profesor. Se trata de un esfuerzo notable, de rigurosidad, dedicación y concentración sobre un tema que luego será revisado exhaustivamente por gente con grandes conocimientos y experiencia. La ruta que se traza inicialmente cambia en el proceso y los planes toman más tiempo del previsto. Cuando se termina este largo camino, el arribo es grandioso y mucho más si lo escrito se convierte en libro. Este es el caso de Cristhian Sarango que hoy, gracias al apoyo de “Ediciones Universidad de Navarra”, tenemos el privilegio de compartir. 

El doctor Sarango centra sus esfuerzos de investigación y reflexión sobre el tiempo que en el que vivió, la crítica que sufrió y como pudieron las letras del doctor Ángel Felicísimo Rojas ser consideradas de vanguardia, dentro de una literatura hecha con agua y tierra de los andes ecuatoriales. 

La presentación con la que nuestro autor me honra busca explicar la enorme importancia que tiene este aporte para las letras de este girón del planeta. 

Dicho esto, empecemos por algunos conceptos que revisten importancia.  


2. El realismo

El profesor Sarango describe la obra de Rojas como uno de los principales aportes al llamado realismo ecuatoriano. Lo hace desde las definiciones clásicas. En el campo de las letras, desde los trabajos de Ian Watt de 1957, se entiende que cuando se habla de realismo literario, se significa una escritura que rechaza la tradición teórica clásica y la idealización. Procura particularizar los personajes, con nombres propios, comprendiendo su psicología, las fechas en las que se desenvuelven y evitando el uso de arquetipos. Trata de describir a seres reales y cotidianos, no a héroes imaginarios que distorsionen lo que los sentidos expresan. En el fondo, prima un lenguaje que imita a la clase media y no pretende volverse académico. 

Sin embargo, desde hace mucho tiempo, esto es criticado desde una perspectiva filosófica. Si vemos las cosas desde otro ángulo, unir las palabras realismo y literario produce un enorme oxímoron, pues cuando se trata de interpretar la realidad siempre tendremos que hacer un esfuerzo hermenéutico. Volvemos entonces a la antigua disputa entre el mundo de las ideas y los hechos sensuales.  Lo simplemente fáctico, no necesariamente coincide con la verdad. De por medio está nuestra razón cargada de experiencias y, como bien señalara Ortega en 1914, de circunstancias singulares, únicas e irrepetibles. 

Esto lo entiende bien el doctor Sarango, pues en su marco teórico aclara que “Incorpora las ideas de Terry Eagleton (2011) sobre cómo la ideología sirve como medio para interpretar aspectos de la sociedad”. Es decir que, en el proceso de creación, aunque se busque una cercanía fina con la realidad, siempre se habrá de transitar por un camino hermenéutico. Esto es importante para entender que el trabajo, de quien hoy presenta su libro, también ha sido tamizado por una razón que no es independiente de sus propios procesos vitales. 

Entender a Rojas implica conocer la historia del país en que nació, el contexto en el que vivió, las relaciones que mantuvo y los hechos que vivió. Esto es muy difícil de hacer sin ser quien acaeció todo ello. Siempre estaremos interpretando y deduciendo lo que pudo ocurrir en la mente del escritor cuando plasmaba en negro sobre blanco sus ideas, memorias y, como no, fantasías. 

Para ejemplificar vamos al capítulo segundo que escribe el doctor Sarango en el que contextualiza la historia que ejerció y ejerce una importante influencia sobre nuestra forma de entender el mundo.  Esta parte del libro empieza con el gobierno de García Moreno al que tilda de “teocrático”. 

He allí un ejemplo de hermenéutica válida, por cierto, pero no única. 

Cristhian dice que “con la llegada de García Moreno al poder se estableció un gobierno centralista y teocrático que sentó las bases para la creación del Estado-nación”. Plantea esta idea porque el doctor García trató de establecer una república fundamentada en los principios de la Iglesia Católica. Ahora bien, desde otra forma de ver las cosas, el régimen garciano no fue teocrático porque su designación no provino de la Iglesia sino de la lucha política y fue ratificada, de forma legal, en el contexto jurídico de la época. 

Su gobierno no fue dirigido por clérigos como ocurre en una teocracia formal y aunque es verdad que conversaba mucho con la curia, las decisiones siempre fueron suyas. De hecho, es famoso un episodio en el que el presidente García Moreno, corrige a un sacerdote que, desde su punto de vista, hacia cosas no debidas. 

Mutatis mutandis y teniendo en cuenta el problema que surge al tratar de interpretar, deberíamos contextualizar a don Ángel Felicísimo si queremos ver su obra como un elemento de denuncia social; sin embargo, esto obligaría a creer que, por ejemplo, “El éxodo de Yangana” es un ensayo sobre como un pueblo, habitado por gente pobre, dio muerte a un hacendado injusto y no como una novela que, valiéndose de ciertos hechos, cuenta una historia de ficción. 

Claro, todo esto proviene de la época en que la literatura o la educación eran consideradas medios para la revolución y no fines en sí mismas. Es decir, tiempos en los que el cristal de las ideologías forzaba a ver el mundo de color rojo, como si fueran las sombras de la recordada caverna platónica. 

3. Rojas, su vida y el impacto de su obra

El trabajo de Cristhian, como todo buen libro, nos deja pensando e inicia unas cuantas polémicas intelectuales que pueden resultar fructíferas. 

Un botón para mostrar esto, se presenta cuando habla sobre “Banca”, la novela en la que Rojas describe su paso por el colegio Bernardo Valdivieso. Cristhian sigue la idea de que, dentro de las aulas, hay una especie de lucha de clases y la confrontación se produce entre los pensamientos más conservadores de la época y los de aquellos que empezaban a alumbrar los pasos de su vida desde una perspectiva liberal. Sin embargo, y por eso es una obra de ficción, Rojas deja de lado el hecho de que, para esos momentos de la vida republicana, ser estudiante de secundaria era todo un privilegio y que, por lo tanto, pertenecía ciertamente a una élite. 

Con esto, estamos obligados a decir que es un ejercicio hermenéutico de Rojas, quizás involuntario, pero que responde a sus propias circunstancias. Por una parte, a comienzos del siglo XX, en el Ecuador, tener la posibilidad de acceder a educación de bachillerato y luego a la universidad, no era una oportunidad para las grandes mayorías. 

En la década del treinta del siglo pasado menos del cinco por ciento de la población en edad escolar llegaba a la secundaria. Por otro lado, la madre del doctor Ángel F. Rojas, ciertamente no tenía grandes posibilidades económicas, pero, al ser profesora y parte del magisterio del país, claramente se ve que provenía de una familia con ciertas facilidades y que tenía asegurado un salario mensual, que aún en nuestros días sólo es posible para un pequeño porcentaje de connacionales. 

Quizás pesó mucho en el autor de “Curipamba” la ausencia del padre, de aquel primer hombre que con tanto acierto describiera Albert Camus (1994) especialmente en los primeros años.  La orfandad, por las causas que sean, siempre será una circunstancia especial que fuerza nuestra visión sobre la vida. En la mente de un adolescente esto se puede ver como una injusticia que marca hondamente; sin embargo, hay que decir que, por el tema de aquello que creemos justo, fue esa búsqueda de equidad la que facilitó que su visión se haga desde un prisma un tanto rojo y una idea de que la injusticia social primaba en casi todos los órdenes de la existencia humana. 

Es bueno contextualizar esto con la calma que dan los años. La misma orientación educativa que García Moreno generó en el Estado permitió que colegios como el Bernardo Valdivieso pervivieran en regiones tan apartadas como Loja. A eso hay que sumarle el esfuerzo del gobierno federal presidido por Carrión Pinzano que estableció la Junta Universitaria. Son dos factores extremadamente importantes que produjeron que en Loja se viviera una realidad mucho más horizontal y con grandes oportunidades educativas, incluidas aquellas de las que el propio Rojas pudo beneficiarse. 

Es decir que, sobre el hecho de la vida en el colegio, se puede tener otra visión. Mi impresión personal, cuando leí Banca en los años escolares, fue que el plantel ofrecía una relación de iguales entre los alumnos, sin importar el origen que tenían en la sociedad lojana. En nuestra franciscana urbe no había establecimientos para una élite, sino para todos. Cuánta diferencia, por ejemplo, con la educación que discriminaba entre razas que se ofertaba en otros entornos del orbe. Basta con volver los ojos al norte para entender esto.  El cristal ideológico con el que a veces se pretende ver la obra de Rojas, puede llevarnos a pensar que se trata de una transición desde la creación literaria hacia la denuncia social y no de una hermosa vivencia de los años mozos de un chico de bachillerato con todas las risas y crueldades que se producen en esa edad. 

Hay otros temas capitales que el doctor Sarango aborda como el concepto sobre la mujer, que no quisiera dejar de lado. Dice Cristhian que “en Banca (1940) era objetivada como un ente de mera diversión al servicio de quien la disponía” sin embrago no se puede achacar esto solamente a la sociedad lojana. Digamos que es un poco más antiguo. Podemos tomar como referencia las diferencia conceptual que sobre esto tenían Paltón y su discípulo Aristóteles. El maestro sostuvo que la mujer era exactamente igual al hombre, mientras que el peripatético la consideraba como un hombre incompleto y, como bien escribió Gaarder en 1991, fue la visión aristotélica la que primó y que, como consecuencia, tanto costó a la mujer a lo largo de los siglos. Es decir que Rojas, en este aspecto, describía algo común en el mundo, sin que esto implique, no faltaba más, que estuviera de acuerdo. 

4. Las ideas socialistas

Para quienes querían transformar la sociedad a principios y mediados del siglo XX, como bien dice el doctor Sarango cuando habla sobre “El éxodo de Yangana”, “la literatura no es mera¬mente un juego abstracto, sino una poderosa herramienta capaz de ejercer in¬fluencia social”. Sin embargo, quisiera hilar un poco más fino sobre este punto. Imaginemos el Ecuador en la época en la que se desarrolla la novela. Para ese momento el analfabetismo era cercano al sesenta por ciento y en aún más en los sectores rurales. ¿Cómo entonces la literatura iba a ser una fuerte influencia? Con certeza pertenecía solamente a una pequeña élite de intelectuales que por su propia sensibilidad aspiraban, no se sabe hasta qué punto, un cambio social. 

Es verdad que la lectura influye en aquellas personas que, a su vez, ejercen influencia sobre los diferentes estratos sociales.  Y esto se notó en la vida del doctor Rojas a quién, por cierto, tuve el honor de conocer en un seminario que impartiera en Loja sobre la visión de Pío Jaramillo Alvarado. 

Dice Cristian que esta novela Fuenteovejuna de Rojas “es una crítica rotunda a la estructura socioeconómica del país, que evidencia como los poderosos explotan y oprimen a los más vulnerables” Qué bueno hubiera sido para el mundo que este hubiera sido un hecho aislado de Loja como producto de un régimen que sólo imperaba en nuestra tierra. Pero no es así. Ha pasado y sigue pasando en todo el mundo y bajo los gobiernos de todas las ideologías. Recordemos a Vasili Grossman en “Todo fluye” para entender como el gobierno de Stalin persiguió y explotó al pueblo ucraniano por creer que ocultaban alimentos y como mató entre cuatro y siete millones de personas. No dejemos de lado a sanguinarios como Pol Pot que asesinó a la cuarta parte de su propia gente; o el propio Julio César y su masacre sobre los galos que costó la vida de dos millones de gentes. 

Podemos decir entonces que el tema de la opresión es uno de los grandes universales que puede usarse ampliamente en la creación literaria. Rojas, sin duda, lo hace con maestría y lo inscribe dentro del contexto ecuatoriano, sin llegar al dramatismo que Jorge Icaza pone en su “Huasipungo”.

Por otra parte, Cristhian Sarango apunta que en “Curipamba” hay una visión antiimperialista del doctor Ángel F. Quizás un matiz diferente sería el hecho de que Rojas simplemente describe lo que pasaba y quizás sigue pasando con la minería en el Ecuador. Es un hecho que no somos capaces de administrar eficientemente la inmensa riqueza del subsuelo. Siempre hay la posibilidad de culpar a un tercero por esta tragedia, pero si nos quitamos los rojizos anteojos de la ideología tal vez también deberíamos buscar en nuestra propia responsabilidad. 

Sólo para hacer un ejercicio hermenéutico, tal vez la realidad expresada por Rojas se debe al modelo de Estado que ha imperado en la república desde su fundación. Una forma de gobierno centralista en la que el destino de los recursos del subsuelo es decidido por unas pocas personas en el seno del gobierno. El laureado abogado lojano ya no estaba vivo, ni la compañía que operaba en Portovelo existía, cuando se concesionó, durante un gobierno llamado progresista, la mina “Fruta del norte” que ya ha generado más un millón de onzas de oro. 

Por otra parte, la novela es escrita mientras el autor estaba preso por sus ideas políticas. Este no es un detalle menor e influye fuertemente en su desarrollo. 

En fin, no quiero seguir cansándolos con estas ideas que se producen gracias al trabajo del doctor Sarango.  Quizás sólo un par de apuntes más para decir que el doctor Rojas fue un hombre coherente entre su pensar y actuar. Como testigos de ello están su paso como Contralor General del Estado y el ejercicio de su vida profesional como abogado. 

Gracias a Cristhian por escribir este libro que permite no sólo una reflexión literaria para abundar en la riqueza de la obra de Rojas, sino que por mucho tiempo invitará a seguir pensando en el mensaje que este gigante de las letras quiso dar con sus textos. 

Por lo pronto decir que, en primer lugar, lo del doctor Rojitas fue eso: buena literatura. 


Entre Madrid y Quito el 26 de noviembre de 2025.


5. Notas bibliográficas


Camus, A. (1994). El primer hombre (A. P. de Mendébil, Trad.). Tusquets Editores. (Obra original publicada póstumamente en 1994)

Gaarder, J. (1994). El mundo de Sofía: Novela sobre la historia de la filosofía (Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo, Trads.). Siruela. (Obra original publicada en 1991).

Grossman, V. (2011). Todo fluye (M. Ríos, Trad.). Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. (Obra original escrita 1955-1963, publicada póstumamente en ruso en 1970).

Icaza, J. (1981). Huasipungo (11.ª ed., corregida y definitiva). Libresa. (Obra original publicada en 1934)

Ortega y Gasset (2005). Meditaciones del Quijote. (2.ª ed.). Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1914) 

Sarango C. (2025). Ángel Felicísimo Rojas: Contexto, crítica y vanguardismo en la literatura ecuatoriana. Ediciones Universidad de Navarra, S.A.

Watt, I. (1957). The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding. University of California Press.




sábado, 22 de noviembre de 2025

Crónica


Historia de dos emigrantes

Gabriel Ulpiano García Torres
 
Su piel es de color blanco pálido y sobre el cabello castaño lleva un hiyab celeste. No tiene más de veinte años. Trabaja vendiendo dulces turcos en el centro de Madrid. Huyó de Afganistán, logró llegar a Paquistán y con suerte arribó a Europa. Tiene ojos castaños que se llenan de agua cuando recuerda su familia. Para las mujeres, la vida en su país no es fácil; el Estado les quitó la dignidad de seres humanos. Su obligación es ser serviles y, por supuesto, no pueden estudiar. Cualquier tipo de violencia contra ellas es legal.

Trabaja mucho en mejorar su español para entrar a la universidad. Cree que en la educación se juega su futuro. Estoy seguro de que logrará ingresar, sin embargo, eso no cambiará de forma inmediata la vida de quienes dejó atrás. 

Su drama es indiferente para la metrópoli. Miles de gentes pasan por delante de la puerta del local que atiende y del que, por supuesto, no es la dueña. 

A pocos pasos, una modesta pensión es administrada por Max. Él viene de América. Lejos quedó Gonzanamá y la vida de su abuelo como conductor de autobús. Acá echó raíces y conoció una hermosa mujer del Paraguay con la que construye su familia. No falta el anhelo por un tamal, pero cuando puede vuelve a la tierra para que su prole no pierda identidad. Pasa un mes con los suyos y alguno de ellos, alguna vez, viene a visitarlo. Ni su esposa ni su hija saben lo que es ser consideradas inferiores por mandato de la ley, como pasaba con la afgana cuando estaba presa en su propia tierra. 

Es verdad que América Latina, a pesar de sus inmensas riquezas, tiene gente que ha tenido que salir para buscar una vida mejor. Gran parte de la culpa se la llevan los gobiernos y los insoldables latrocinios que perpetran; pero, aun así, su realidad es mejor que la de aquellos que habitan girones del planeta en los que gobierna la ignorancia y el fanatismo. 

El corazón se vuelve chiquito al ver una mujer, casi niña, que tiene que huir para, simplemente, poder seguir considerándose persona. 

En la escuela el viejo maestro enseñaba el verso de Constancio C. Vigil donde un hombre pobre se quejaba de su suerte, hasta ver otro más pobre que recogía lo que él arrojaba.  A veces es bueno comparar nuestras penas con las de los demás, sólo para comprobar que estamos mejor, que podemos salir adelante y que nunca hay que olvidar al prójimo.

La condición humana exige solidaridad y entendernos gregarios. Cuando un estudiante universitario preguntó a Margaret Mead, esa maravillosa antropóloga del siglo XX:

- “¿Cuál es el primer signo de civilización en una cultura antigua?” ella respondió 

- “Un fémur que ha sanado”. 

Es una clave profunda. Nuestro destino como especie está atado a la solidaridad. Sin ella nada somos. Hay que pensar, especialmente, en el que viene de lejos, dejándolo todo. 

Barcelona, 19 de noviembre de 2025. 
 



viernes, 7 de noviembre de 2025

Crónicas: despedida

 

Despedida


Gabriel Ulpiano García Torres

Esta noche no sentirás frío. El gélido mármol sólo cobija lo que queda de tu cuerpo. Tú te fuiste al lugar donde viajan las almas buenas, a veces, incomprendidas. Tus lápices ahora dibujan nubes y tus pinceles llenan de celeste el cielo. Cuando nos despedíamos, esta tarde, no pude dejar de recordar las mil peripecias que hicimos en la época en la que el tiempo no era un problema. 

¿Te acuerdas cuándo fuimos a Guayaquil a ver un clásico del astillero? Nos llevaste a la general “Carlos Muñoz”. Ubicados justo al borde de la barra con Emelec, parecía raro que la gente llevara plásticos si no iba a llover. Luego, cuando en medio del partido, empezaron a volar todo tipo de líquidos entre las barras rivales, entendimos porque era tan útil tener algo con que cubrirse. Al final me parece que la victoria fue de tu Barcelona del alma y entonces no importó lo sucios que estábamos ni tener que caminar largos kilómetros hasta llegar al modesto hotel. 

De repente nos alcanzó la vida adulta y con ella las responsabilidades. Como siempre pasa en estos casos, ya no pasábamos tanto tiempo hablando de lo humano y lo divino porque cada cual debía atender sus propias alegrías y, como no, sus nuevas penas. 

Te dedicaste a trabajar. Debías salir adelante. No había sol, ni lluvia que impidieran que cumplas tus contratos. ¡Cuántos rincones y letreros llevan tu firma! A veces, no se comía, pero eso no impedía que enfrentaras la vida con alegría, sin malicia en el corazón. 

De mi lado monté un pequeño negocio, que tú mismo decoraste. Era un poco raro. Por la noche solíamos estar más gente detrás del mostrador que los clientes que llegaban. Era un hermoso pretexto para encontrarnos, a veces jugar ajedrez, contar historias, reírnos de todo y, por su puesto, tomar alguna que otra copa para pasar los pocos tragos amargos que la vida empezaba a ofrecer. 

Después, por un tiempo que se hizo eterno, tuve que irme a buscar la vida por lejanos lares. Al regresar las cosas eran iguales, pero diferentes. Ya no había tiempo para verse. Cada cual, como Sísifo, llevando durante el día la piedra hasta la cima de la montaña para que por la noche volviera caer y, a la mañana siguiente, volver a empezar. 

Me parece que fue por esos días cuando entraste en esa caverna de la que no quisiste salir y de la que, a lo mejor, tampoco hicimos grandes esfuerzos por sacarte. Imagino que allí las sombras parecían ser la realidad, como pensaba el viejo griego. En esa penumbra el dolor de la vida no era tan fuerte. 

Ahora tu hijo te llora desconsolado. Quizás estas letras son para él, para que sepa lo que dijo Miguel Hernández: 

“Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor."

Nunca cicatrizaron, siempre fueron llagas viva que hoy por fin sanan. Tu espíritu vuelve a ser libre, a sonreír y a festejar los goles del equipo más popular del Ecuador. 

Buen viaje amigo Galo. Pronto nos veremos. 


Loja, 7 de noviembre de 2025. 

 



viernes, 1 de agosto de 2025

El mundo desde mi ventana

 


 

Historia del hambre

 

Gabriel Ulpiano García Torres

 


En “Los miserables” Víctor Hugo narraba con extraordinaria dureza la vida de la gente más pobre de Francia, a inicios del siglo XIX. Una de las cosas que más estremece en su lectura es el pasaje donde conocemos a la pequeña Cosette, huérfana y con apenas unos harapos para soportar el crudísimo invierno.

 

Otro libro que sin duda marca el alma es la “Trilogía de Auschwitz” de Primo Levi, donde cuenta la inmensa tragedia de los campos de concentración nazis y cómo los alemanes lograron que los recluidos pierdan su condición de humanos. El hambre es el rasgo común entre ambas historias. Tanto a los indigentes de París de principios del siglo decimonónico como a los prisioneros de Dachau se los gobernaba y se los despojaba de sus rasgos de hombres, privándolos de alimentos. Lo mismo hizo Stalin con los ucranianos, como narra con detalle Vasili Grossman en “Todo fluye”; les quitó toda la comida, acusándolos de provocar escasez en Moscú y cuando vino el invierno fueron millones los que murieron de hambre.

 

Todo este dolor parecía haber sido superado por la raza humana, sin embargo, en nuestros días vuelve a ser una inenarrable realidad. Los niños asustados, sin comida y con frío están en Gaza, en Ucrania o en la selva del Darién.  Los hombres siguen intentando escapar de nuevos comisarios Javert. La diferencia, quizá, está en el delito. El personaje de Hugo, Juan Valjean, robó un pan para alimentar a su hermana y sus sobrinos y fue perseguido toda la vida. Roberto Beristain cruzó el Río Grande y en el Gran País del Norte trabajó en los restaurantes de Indiana. Cuando por fin la vida le sonreía y podía mantener a los suyos, fue brutalmente expulsado de esa tierra, a la que no podrá volver nunca.

 

Hace algún tiempo, el pequeño Samuel de solo seis años de edad, apareció ahogado en una playa española cuando intentaba llegar a Europa desde el Congo. Hay muchos samueles más que mueren sin siquiera tener oportunidad de empezar a vivir.

 

Si alguna vez queremos escribir una historia que permita no cometer los mismos errores, habrá que hacerlo desde la perspectiva del dolor y el sufrimiento.

 

Nuestro devenir como especie ha sido sufrir y no de una manera existencial, privilegio que corresponde a unos pocos; sino por causas más terrenales como los propios hombres, la injusticia o la separación de quien se quiere.

 

Hoy con las noticias que llegan de los cuatro costados del mundo, parece que nos avocamos nuevamente a una época con millones de gentes sufriendo y otros tantos miles de personas dolidas por la injusticia. Como antes, a muchos no les importará lo que pasa o, simplemente, se verán impotentes de hacer algo para que las cosas cambien.

 

Bienaventurados los que ostentan el poder y deciden por todos porque de ellos será el reino de este mundo. Los otros, los “nadies” a los que se refería Galeano, son culpables por haber visto la luz en las regiones pobres de la Tierra. Sobre ellos caerá todo el peso de la ley pensada, por supuesto, por los de arriba.

domingo, 18 de mayo de 2025

Sendero de ausencias


Gabriel Ulpiano García Torres


 

Al igual que los recuerdos, las separaciones también son hitos que vamos poniendo en el sendero de la vida. Allí queda imborrable el momento del amigo que partió y no volvimos a ver. El viaje de la noviecita de la infancia que marcó la separación definitiva o, simplemente, ese adiós en el colegio que creíamos temporal, pero fue para siempre. 

Parece que la ausencia es hermana de la nostalgia y como los árboles, una vez que echa raíces solo crece y se profundiza en el alma. 

Algunas duelen más. La de los padres es, sin duda, la que deja la cicatriz más profunda. Saber que ya no están al alcance de una llamada y que su voz vendrá, con suerte, en algún sueño, con el tiempo se convierte en un eco que resuena en cada paso. Igual de fuerte debe ser la pérdida de un hermano o la prematura partida de un hijo. Son golpes de los que salimos con mucha dificultad. 

Hay otras, no tan dramáticas, pero que igual duelen mucho. Ver partir los hijos que empiezan a construir su porvenir, es mirar cómo se aleja un pedacito del aliento vital; es marcar una frontera definitiva en dos momentos de nuestro paso por el mundo. 

Y, aun así, es una carencia singular. Se siente alegría y orgullo al percatarse de que pueden trazar y seguir sus caminos; mientras un hondo dolor surge al notar que sus besos se alejan y sus abrazos se espacian.ç

Cuando el cónyuge se marcha uno debe preguntarse si queda algo. Lo construido parece perder su sentido y el tiempo puede tornarse inmensamente innecesario. Los días se alargan hasta fundirse con el alba y revelan que las noches dejaron de servir para dormir. ¡Qué duro debe ser despertar sin tener a quien decir buenos días! 

A veces, las añoranzas sorprenden como una emboscada silenciosa. En medio de un momento de profunda alegría, viene un suspiro que acompaña un recuerdo. Las personas que regalaron felicidad, cuando no están, roban el aliento y en la soledad desatan la fuga de una lágrima furtiva. 

De pronto el que se va es uno. Con dolor deja atrás el mundo ajeno. Hay quienes lo hacen a propósito y otros que se ven obligados. Es posible partir físicamente o quedarnos ausentes, que es lo que sucede cuando la memoria se desvanece y en un instante se van todos. 

Al final, este es un alegato a favor de la ausencia que hace sentir los latidos e invita a recordar que hay personas que realmente son o fueron importantes. Regresa a la realidad alejándonos de los espejismos de la vida cotidiana. Nadie lamenta el auto que tuvo o la ropa de marca que se puso. 

En el fondo, la tristeza valora este sendero donde cada adiós enseña a mirar hacia dentro.


 


jueves, 20 de marzo de 2025

Crónicas: Fuga

 








Crónicas:

Fuga


Gabriel Ulpiano García Torres


 

Tenía que irme de casa, no había más remedio. No importaba el hecho de que, en ese momento, sólo contaba con cinco años. Así que, sin pensarlo, tomé mi almohadita y un pequeño cofre de madera en el que reposaban todos mis tesoros: un carrito de acero, tres canicas y un roído lápiz. ¿A dónde ir? No importaba. Me iba. Con los atavíos de mi infancia salí del pequeño departamento. Fui hasta la esquina y con una mezcla de rabia, miedo y orgullo me senté a la vera de la calle. Caía la tarde y, con ella, la luz se empezaba a esconder detrás del viejo cerro que cobija la pequeña ciudad. 


Había que planear en dónde pasar la noche. No pensaba en el hambre que, sin duda, empezaba a hacerse oír en los ruidos del estómago. Sin embargo, no podía dar marcha atrás. 


Los carros rugían indolentes. No entendían que el mundo se estaba acabando; que mi rompimiento era para siempre. El planeta giraba gélido, sin percatarse de la enorme desgracia que había ocurrido. Mantener la dignidad era obligatorio. Claudicar no estaba en los planes, en ello me iba la vida. 


¿Y los amigos? Me impresionó tanto que, en un momento tan duro, ninguno de ellos apareciera. ¿Todo había sido falso? ¿Cómo no estaban conmigo? ¿Tenían conciencia de que asistíamos a los últimos momentos de nuestro mundo? ¡Cuánta soledad!


El tiempo, con toda su brutalidad, me ha dado la razón. Han pasado cincuenta años de ese episodio, pero sus ecos siguen rondando mi memoria. Todavía lo pienso y no logro tener un inventario completo de los efectos de ese instante en el resto de esta pasajera vida. Pero, quizás, el acucioso lector exija que contextualice el episodio. Sin duda, su pedido es justo. Contémoslo, retrocediendo la línea del tiempo. 


Estoy en la vereda, sentado con el cofre y la almohadita, suave, hecha de lino y algodón de ceibo. Los coches pasaban botando algo de polvo y un inconfundible olor a gasolina. Poca gente transitaba por la calle. Recuerdo bien los hechos: Los amigos de la pandilla, luego del partido de fútbol, fueron por su merienda. Lo mismo mis hermanos y yo. Todos corrimos a lavarnos las manos, sin embargo, mis padres fueron muy duros conmigo. Marlene, la única que me comprendía, no intentó defenderme. Entonces pensé que no había otro camino que la huida. ¡Cómo podían haberme hecho aquello! Era insoportable.


Momentos antes me había sentado frente al único aparato de televisión que había en casa. Era el tiempo para desconectarme de la realidad y ver los dibujos animados que, en el fondo, eran otra forma de interpretar el globo. Sin embargo, papá tenía que ver las noticias. Había una vuelta a la democracia, o no sé qué cosa, que era muy importante, Llegó y cambió de canal. Cuando protesté, mamá me mandó a callar y Marlene no dijo nada. 

La cosa estaba clara, había que irse de casa.


13 de febrero de 2025 



miércoles, 4 de septiembre de 2024

El Mundo desde mi ventana

 



Himno a la Cívica

Gabriel Ulpiano García Torres

 
Un ambiente de polémica se ha desatado en el país por la propuesta del Ministerio de Educación de un nuevo himno que busca fomentar valores. Por otra parte, según se anunció en You Tube, se reinstauran en el currículo las materias de Cívica y Ética y se añaden otros componentes para educar sobre el desarrollo sostenible, las emociones, el comportamiento en las vías y la administración financiera. 

Sin duda, los esfuerzos que se hagan en este sentido son loables pues tienden a mejorar la convivencia armónica de la sociedad; pero se corre el riesgo de olvidar los elementos fundamentales del sistema educativo, de los que poco o nada se dice. 

En el 2013, Umberto Eco, a propósito del examen de reválida del bachillerato que rindieron los estudiantes que terminaban la secundaria en Italia, reclamaba que, además de un desenvolvimiento competente en materias como matemáticas, física o química, los jóvenes que terminan el bachillerato, deben demostrar que poseen un conocimiento medio de la lengua de su país y “probar que saben articular un pensamiento, desarrollar un argumento sin confundir las causas con los efectos y viceversa, sabiendo distinguir una premisa de una conclusión”.

Claro, esto se dice rápido, pero tiene enormes implicaciones. Para que nuestras ideas sean cada vez más coherentes y analicen las razones que producen los hechos, sin duda es necesario ejercitarnos en la dialéctica y la filosofía, como bien sugerían los antiguos griegos. 

A su vez, esto se logra leyendo. 
Pero ¿cómo incentivar la lectura en un país en el que desde hace mucho tiempo no se inaugura una biblioteca? No sé si el querido lector recuerda cuando fue la última vez que atestiguó la apertura de un recinto dedicado al pensar. Quien escribe estas letras no es capaz de poner una fecha. Claro, se puede decir que, en los tiempos que corren, los textos son cada vez más digitales y están al alcance de un clic. Es verdad, pero las buenas ediciones, además de necesitar un soporte tecnológico, son de pago. Por ello se requiere inversión pública. 

Por otra parte, las salas en donde se guardan aprecian y usan los herederos del junco, de los que habla Irene Vallejo, no deben entenderse únicamente como espacios silenciosos donde leer, tienen que ser actrices de primera línea en la estimulación lectora y la promoción cultural. 

Claro, esto no es sólo responsabilidad del Estado central. También son corresponsables los gobiernos locales. Pensar en sistemas barriales con programas amplios que provoquen apropiarse de los libros a personas de todas las edades, debe ser un esfuerzo nacional y en todas las instancias de gobierno. 

Sin duda, en esto se juega el futuro. 

Las estadísticas indican que a mayores niveles de ilustración el desarrollo económico de un país es más elevado.  En un artículo de Daniela Rodríguez, publicado, en agosto de 2022, en el periódico “La República” de Colombia, la periodista sostiene: “Existe evidencia científica que demuestra la fuerte correlación que tienen las habilidades cognitivas de la población, sus ingresos individuales, la distribución económica y, por ende, el crecimiento económico”. 

En la misma columna expone algunos datos relevantes. Canadá y Francia son los dos países con mayores promedios de lectura por año. En ambas jurisdicciones las personas leen una media de diecisiete volúmenes anuales. Les sigue Estadios Unidos con doce. El país latinoamericano que más se destaca es Chile, que registra cinco punto tres obras per cápita anuales. Ecuador ni siquiera consta en la publicación. 

A esto, hay que sumarle las condiciones de inequidad. Los rincones para deslizar los dedos entre las páginas son más necesarios en la periferia, donde acceder a textos, sea por escasa conectividad o falta de dinero, es mucho más complicado. Un país que busque la justicia, sin duda, debe promover oportunidades para todos. Evidentemente, esto implica que los más desprotegidos sean quienes más lean. 

Por supuesto, esto requiere financiarse. Sin embargo, no es descabellado pensar que, de los más de cinco mil millones de dólares que están presupuestados para educación en este año, algo se destine para bibliotecas, estas antiguas instituciones humanas que, desde siempre, han promovido la justicia. 

Finalmente, los valores no se imponen, se proponen y las personas los asumen libremente luego de pasarlos por el tamiz de la razón. Para ello, naturalmente, entenderlos es importante y, como no, cultivarse ayuda.