“¿Por qué el realismo literario es un oxímoron? Reflexiones desde Ángel Felicísimo Rojas y la Loja del siglo XX”
Gabriel Ulpiano García Torres, PhD.
Profesor de Filosofía de la Educación
UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA
1. Introducción
Hacer una tesis doctoral es, sin duda, uno de los trabajos académicos más importantes en la vida de cualquier profesor. Se trata de un esfuerzo notable, de rigurosidad, dedicación y concentración sobre un tema que luego será revisado exhaustivamente por gente con grandes conocimientos y experiencia. La ruta que se traza inicialmente cambia en el proceso y los planes toman más tiempo del previsto. Cuando se termina este largo camino, el arribo es grandioso y mucho más si lo escrito se convierte en libro. Este es el caso de Cristhian Sarango que hoy, gracias al apoyo de “Ediciones Universidad de Navarra”, tenemos el privilegio de compartir.
El doctor Sarango centra sus esfuerzos de investigación y reflexión sobre el tiempo que en el que vivió, la crítica que sufrió y como pudieron las letras del doctor Ángel Felicísimo Rojas ser consideradas de vanguardia, dentro de una literatura hecha con agua y tierra de los andes ecuatoriales.
La presentación con la que nuestro autor me honra busca explicar la enorme importancia que tiene este aporte para las letras de este girón del planeta.
Dicho esto, empecemos por algunos conceptos que revisten importancia.
2. El realismo
El profesor Sarango describe la obra de Rojas como uno de los principales aportes al llamado realismo ecuatoriano. Lo hace desde las definiciones clásicas. En el campo de las letras, desde los trabajos de Ian Watt de 1957, se entiende que cuando se habla de realismo literario, se significa una escritura que rechaza la tradición teórica clásica y la idealización. Procura particularizar los personajes, con nombres propios, comprendiendo su psicología, las fechas en las que se desenvuelven y evitando el uso de arquetipos. Trata de describir a seres reales y cotidianos, no a héroes imaginarios que distorsionen lo que los sentidos expresan. En el fondo, prima un lenguaje que imita a la clase media y no pretende volverse académico.
Sin embargo, desde hace mucho tiempo, esto es criticado desde una perspectiva filosófica. Si vemos las cosas desde otro ángulo, unir las palabras realismo y literario produce un enorme oxímoron, pues cuando se trata de interpretar la realidad siempre tendremos que hacer un esfuerzo hermenéutico. Volvemos entonces a la antigua disputa entre el mundo de las ideas y los hechos sensuales. Lo simplemente fáctico, no necesariamente coincide con la verdad. De por medio está nuestra razón cargada de experiencias y, como bien señalara Ortega en 1914, de circunstancias singulares, únicas e irrepetibles.
Esto lo entiende bien el doctor Sarango, pues en su marco teórico aclara que “Incorpora las ideas de Terry Eagleton (2011) sobre cómo la ideología sirve como medio para interpretar aspectos de la sociedad”. Es decir que, en el proceso de creación, aunque se busque una cercanía fina con la realidad, siempre se habrá de transitar por un camino hermenéutico. Esto es importante para entender que el trabajo, de quien hoy presenta su libro, también ha sido tamizado por una razón que no es independiente de sus propios procesos vitales.
Entender a Rojas implica conocer la historia del país en que nació, el contexto en el que vivió, las relaciones que mantuvo y los hechos que vivió. Esto es muy difícil de hacer sin ser quien acaeció todo ello. Siempre estaremos interpretando y deduciendo lo que pudo ocurrir en la mente del escritor cuando plasmaba en negro sobre blanco sus ideas, memorias y, como no, fantasías.
Para ejemplificar vamos al capítulo segundo que escribe el doctor Sarango en el que contextualiza la historia que ejerció y ejerce una importante influencia sobre nuestra forma de entender el mundo. Esta parte del libro empieza con el gobierno de García Moreno al que tilda de “teocrático”.
He allí un ejemplo de hermenéutica válida, por cierto, pero no única.
Cristhian dice que “con la llegada de García Moreno al poder se estableció un gobierno centralista y teocrático que sentó las bases para la creación del Estado-nación”. Plantea esta idea porque el doctor García trató de establecer una república fundamentada en los principios de la Iglesia Católica. Ahora bien, desde otra forma de ver las cosas, el régimen garciano no fue teocrático porque su designación no provino de la Iglesia sino de la lucha política y fue ratificada, de forma legal, en el contexto jurídico de la época.
Su gobierno no fue dirigido por clérigos como ocurre en una teocracia formal y aunque es verdad que conversaba mucho con la curia, las decisiones siempre fueron suyas. De hecho, es famoso un episodio en el que el presidente García Moreno, corrige a un sacerdote que, desde su punto de vista, hacia cosas no debidas.
Mutatis mutandis y teniendo en cuenta el problema que surge al tratar de interpretar, deberíamos contextualizar a don Ángel Felicísimo si queremos ver su obra como un elemento de denuncia social; sin embargo, esto obligaría a creer que, por ejemplo, “El éxodo de Yangana” es un ensayo sobre como un pueblo, habitado por gente pobre, dio muerte a un hacendado injusto y no como una novela que, valiéndose de ciertos hechos, cuenta una historia de ficción.
Claro, todo esto proviene de la época en que la literatura o la educación eran consideradas medios para la revolución y no fines en sí mismas. Es decir, tiempos en los que el cristal de las ideologías forzaba a ver el mundo de color rojo, como si fueran las sombras de la recordada caverna platónica.
3. Rojas, su vida y el impacto de su obra
El trabajo de Cristhian, como todo buen libro, nos deja pensando e inicia unas cuantas polémicas intelectuales que pueden resultar fructíferas.
Un botón para mostrar esto, se presenta cuando habla sobre “Banca”, la novela en la que Rojas describe su paso por el colegio Bernardo Valdivieso. Cristhian sigue la idea de que, dentro de las aulas, hay una especie de lucha de clases y la confrontación se produce entre los pensamientos más conservadores de la época y los de aquellos que empezaban a alumbrar los pasos de su vida desde una perspectiva liberal. Sin embargo, y por eso es una obra de ficción, Rojas deja de lado el hecho de que, para esos momentos de la vida republicana, ser estudiante de secundaria era todo un privilegio y que, por lo tanto, pertenecía ciertamente a una élite.
Con esto, estamos obligados a decir que es un ejercicio hermenéutico de Rojas, quizás involuntario, pero que responde a sus propias circunstancias. Por una parte, a comienzos del siglo XX, en el Ecuador, tener la posibilidad de acceder a educación de bachillerato y luego a la universidad, no era una oportunidad para las grandes mayorías.
En la década del treinta del siglo pasado menos del cinco por ciento de la población en edad escolar llegaba a la secundaria. Por otro lado, la madre del doctor Ángel F. Rojas, ciertamente no tenía grandes posibilidades económicas, pero, al ser profesora y parte del magisterio del país, claramente se ve que provenía de una familia con ciertas facilidades y que tenía asegurado un salario mensual, que aún en nuestros días sólo es posible para un pequeño porcentaje de connacionales.
Quizás pesó mucho en el autor de “Curipamba” la ausencia del padre, de aquel primer hombre que con tanto acierto describiera Albert Camus (1994) especialmente en los primeros años. La orfandad, por las causas que sean, siempre será una circunstancia especial que fuerza nuestra visión sobre la vida. En la mente de un adolescente esto se puede ver como una injusticia que marca hondamente; sin embargo, hay que decir que, por el tema de aquello que creemos justo, fue esa búsqueda de equidad la que facilitó que su visión se haga desde un prisma un tanto rojo y una idea de que la injusticia social primaba en casi todos los órdenes de la existencia humana.
Es bueno contextualizar esto con la calma que dan los años. La misma orientación educativa que García Moreno generó en el Estado permitió que colegios como el Bernardo Valdivieso pervivieran en regiones tan apartadas como Loja. A eso hay que sumarle el esfuerzo del gobierno federal presidido por Carrión Pinzano que estableció la Junta Universitaria. Son dos factores extremadamente importantes que produjeron que en Loja se viviera una realidad mucho más horizontal y con grandes oportunidades educativas, incluidas aquellas de las que el propio Rojas pudo beneficiarse.
Es decir que, sobre el hecho de la vida en el colegio, se puede tener otra visión. Mi impresión personal, cuando leí Banca en los años escolares, fue que el plantel ofrecía una relación de iguales entre los alumnos, sin importar el origen que tenían en la sociedad lojana. En nuestra franciscana urbe no había establecimientos para una élite, sino para todos. Cuánta diferencia, por ejemplo, con la educación que discriminaba entre razas que se ofertaba en otros entornos del orbe. Basta con volver los ojos al norte para entender esto. El cristal ideológico con el que a veces se pretende ver la obra de Rojas, puede llevarnos a pensar que se trata de una transición desde la creación literaria hacia la denuncia social y no de una hermosa vivencia de los años mozos de un chico de bachillerato con todas las risas y crueldades que se producen en esa edad.
Hay otros temas capitales que el doctor Sarango aborda como el concepto sobre la mujer, que no quisiera dejar de lado. Dice Cristhian que “en Banca (1940) era objetivada como un ente de mera diversión al servicio de quien la disponía” sin embrago no se puede achacar esto solamente a la sociedad lojana. Digamos que es un poco más antiguo. Podemos tomar como referencia las diferencia conceptual que sobre esto tenían Paltón y su discípulo Aristóteles. El maestro sostuvo que la mujer era exactamente igual al hombre, mientras que el peripatético la consideraba como un hombre incompleto y, como bien escribió Gaarder en 1991, fue la visión aristotélica la que primó y que, como consecuencia, tanto costó a la mujer a lo largo de los siglos. Es decir que Rojas, en este aspecto, describía algo común en el mundo, sin que esto implique, no faltaba más, que estuviera de acuerdo.
4. Las ideas socialistas
Para quienes querían transformar la sociedad a principios y mediados del siglo XX, como bien dice el doctor Sarango cuando habla sobre “El éxodo de Yangana”, “la literatura no es mera¬mente un juego abstracto, sino una poderosa herramienta capaz de ejercer in¬fluencia social”. Sin embargo, quisiera hilar un poco más fino sobre este punto. Imaginemos el Ecuador en la época en la que se desarrolla la novela. Para ese momento el analfabetismo era cercano al sesenta por ciento y en aún más en los sectores rurales. ¿Cómo entonces la literatura iba a ser una fuerte influencia? Con certeza pertenecía solamente a una pequeña élite de intelectuales que por su propia sensibilidad aspiraban, no se sabe hasta qué punto, un cambio social.
Es verdad que la lectura influye en aquellas personas que, a su vez, ejercen influencia sobre los diferentes estratos sociales. Y esto se notó en la vida del doctor Rojas a quién, por cierto, tuve el honor de conocer en un seminario que impartiera en Loja sobre la visión de Pío Jaramillo Alvarado.
Dice Cristian que esta novela Fuenteovejuna de Rojas “es una crítica rotunda a la estructura socioeconómica del país, que evidencia como los poderosos explotan y oprimen a los más vulnerables” Qué bueno hubiera sido para el mundo que este hubiera sido un hecho aislado de Loja como producto de un régimen que sólo imperaba en nuestra tierra. Pero no es así. Ha pasado y sigue pasando en todo el mundo y bajo los gobiernos de todas las ideologías. Recordemos a Vasili Grossman en “Todo fluye” para entender como el gobierno de Stalin persiguió y explotó al pueblo ucraniano por creer que ocultaban alimentos y como mató entre cuatro y siete millones de personas. No dejemos de lado a sanguinarios como Pol Pot que asesinó a la cuarta parte de su propia gente; o el propio Julio César y su masacre sobre los galos que costó la vida de dos millones de gentes.
Podemos decir entonces que el tema de la opresión es uno de los grandes universales que puede usarse ampliamente en la creación literaria. Rojas, sin duda, lo hace con maestría y lo inscribe dentro del contexto ecuatoriano, sin llegar al dramatismo que Jorge Icaza pone en su “Huasipungo”.
Por otra parte, Cristhian Sarango apunta que en “Curipamba” hay una visión antiimperialista del doctor Ángel F. Quizás un matiz diferente sería el hecho de que Rojas simplemente describe lo que pasaba y quizás sigue pasando con la minería en el Ecuador. Es un hecho que no somos capaces de administrar eficientemente la inmensa riqueza del subsuelo. Siempre hay la posibilidad de culpar a un tercero por esta tragedia, pero si nos quitamos los rojizos anteojos de la ideología tal vez también deberíamos buscar en nuestra propia responsabilidad.
Sólo para hacer un ejercicio hermenéutico, tal vez la realidad expresada por Rojas se debe al modelo de Estado que ha imperado en la república desde su fundación. Una forma de gobierno centralista en la que el destino de los recursos del subsuelo es decidido por unas pocas personas en el seno del gobierno. El laureado abogado lojano ya no estaba vivo, ni la compañía que operaba en Portovelo existía, cuando se concesionó, durante un gobierno llamado progresista, la mina “Fruta del norte” que ya ha generado más un millón de onzas de oro.
Por otra parte, la novela es escrita mientras el autor estaba preso por sus ideas políticas. Este no es un detalle menor e influye fuertemente en su desarrollo.
En fin, no quiero seguir cansándolos con estas ideas que se producen gracias al trabajo del doctor Sarango. Quizás sólo un par de apuntes más para decir que el doctor Rojas fue un hombre coherente entre su pensar y actuar. Como testigos de ello están su paso como Contralor General del Estado y el ejercicio de su vida profesional como abogado.
Gracias a Cristhian por escribir este libro que permite no sólo una reflexión literaria para abundar en la riqueza de la obra de Rojas, sino que por mucho tiempo invitará a seguir pensando en el mensaje que este gigante de las letras quiso dar con sus textos.
Por lo pronto decir que, en primer lugar, lo del doctor Rojitas fue eso: buena literatura.
Entre Madrid y Quito el 26 de noviembre de 2025.
5. Notas bibliográficas
Camus, A. (1994). El primer hombre (A. P. de Mendébil, Trad.). Tusquets Editores. (Obra original publicada póstumamente en 1994)
Gaarder, J. (1994). El mundo de Sofía: Novela sobre la historia de la filosofía (Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo, Trads.). Siruela. (Obra original publicada en 1991).
Grossman, V. (2011). Todo fluye (M. Ríos, Trad.). Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. (Obra original escrita 1955-1963, publicada póstumamente en ruso en 1970).
Icaza, J. (1981). Huasipungo (11.ª ed., corregida y definitiva). Libresa. (Obra original publicada en 1934)
Ortega y Gasset (2005). Meditaciones del Quijote. (2.ª ed.). Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1914)
Sarango C. (2025). Ángel Felicísimo Rojas: Contexto, crítica y vanguardismo en la literatura ecuatoriana. Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
Watt, I. (1957). The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding. University of California Press.

