miércoles, 2 de mayo de 2012

Artículos de El Mercurio


La herencia de Cronos

Gabriel U. García T.

En el Museo del Prado existe un sobrecogedor cuadro de Rubens donde se puede ver uno de los momentos más crueles de la mitología griega: Cronos devorando a uno de sus hijos. En la pintura, que el acucioso lector fácilmente puede encontrar en internet, se ve un hombre de edad madura que con la mirada desorbitada y sosteniendo un báculo, devora el pecho de un precioso niño.

En efecto, como cuenta Hesíodo, Cronos, el último hijo de la Gea, la madre Tierra, quería evitar que se cumpla la profecía y que uno de sus descendientes lo destrone. Por ello, en cuanto nacían los hijos que tenía con Rea, los engullía inmisericordemente. Sin embrago su esposa, afligida por tanto sufrimiento, esconde a Zeus y en su lugar le entrega una piedra que el iracundo Cronos traga inmediatamente.

Cuando el hijo sobreviviente crece, inicia una cruenta lucha que dura más de diez años. En ella se incorporan todos los Titanes, es decir los hermanos de Cronos, aún los que habían sido relegados.  Uno de ellos, Arges, obsequia Zeus el trueno y le fabrica el rayo. Finalmente la pelea termina y  con ella  el reinado del padre. Júpiter se convierte  en el más poderoso dios del Olimpo.

Todas estas cosas que, aparentemente, son mitos propios de una edad inmadura de la humanidad, aún hoy tienen extrema importancia.

Hace poco, en una reunión de trabajo, presenciaba atónito como el jefe de una oficina, cuyo nombre no quiero acordarme, trataba de opacar al joven e inteligente colaborador. Era como si, en realidad, quisiera comérselo y con ello evitar cualquier tipo de sombra sobre su gestión. Los importante no era que la dependencia cumpla con el encargo para el que fue creada, sino que el jefe se pueda lucir y glorificar su nombre.

Otro tanto pasa en la política mundial. Cuan común es ver como los directores ¿propietarios? de partidos o movimientos políticos devoran primero a sus propios militantes. Nadie puede sobresalir más que el mesiánico político gracias al cual la patria se podrá salvar.

Al contrario, se debe difundir la idea de que nuestro máximo líder es único e irrepetible. Cuando se llega a este punto estamos a un paso del absolutismo. Por supuesto, nada de esto sucede en el Ecuador. ¿Verdad?

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