jueves, 18 de mayo de 2023

El mundo desde mi ventana

 

Una camioneta

Gabriel Ulpiano García Torres



 
Roland Barthes nació en Francia en 1915. Fue un filósofo magnífico. Aunque tenía su propia visión del mundo, tengo la impresión de que nunca se cansó de buscar la verdad. En 1957 publicó “Mitologías” un estudio semiológico sobre algunas quimeras modernas. 

En ese libro trata de sincerar desde mentirosos comerciales de televisión, hasta falsas ideas que la gente se construye alrededor de determinados personajes. 

En 1977 lo designaron titular de la cátedra de semiología literaria del College de France. Sin embargo, como la vida a veces tiene sus juegos irónicos, en 1980 lo atropelló la camioneta de una lavandería y desafortunadamente murió. Dejó un enorme vacío en el mundo del pensamiento planetario.

El querido lector se preguntará a que vienen estas letras. Esta tarde escribo para desahogarme. A veces el desobligo puede ganarnos y es bueno buscar una forma de expresar la rabia contenida. 

El Ecuador, en los últimos días, ha vivido un sube y baja de emociones políticas. El juicio al Primer Mandatario y la muerte cruzada han causado admiración por la forma precipitada como concluyeron. 

Pero también generaron temor por el futuro del país, ira por la calidad de nuestros políticos e ilusión por el futuro, que siempre podría ser radiante. Todas estas emociones se podían sentir de manera simultánea. Pero hasta allí nada más allá de lo habitual en nuestra agitada historia política. 

Lo que en realidad me ha molestado, es escuchar a los futuros «presidenciables» llenos de vanidad y vacíos de contenido. Por supuesto, no son todos, pero si la mayoría. Quienes, supuestamente, no están ni con el gobierno ni con el correísmo, con un ego desproporcionado, se sienten la única luz tras la que deben aglutinarse los cucuyos que perviven en los partidos políticos. Denigran al sistema democrático y sus instituciones, pero, al mismo tiempo, quieren servirse de ellas para llegar al poder. 

A veces, en los medios, pretenden dar lecciones de moral e irradiar una imagen impoluta. Allí es cuando debemos estar alertas. Con razón dice el sabio refrán popular “dime que presumes y te diré que careces”. 

Algunos, que antes se cobijaron bajo una bandera, pero la abandonaron pronto, ahora, como aves de rapiña, rondan otras organizaciones que quieran acoger su «sempiterna luz con la que podría alumbrarse la oscura noche que aterra a la Patria». 

Entonces entra Barthes en escena. Tenemos que ir descifrando, con cuidado, la verdad que encierran estos personajes. No debemos dejarnos engañar por apariencias. Veamos, por ejemplo, que tan propensos son a oír al otro, a entender visiones diferentes a la suya.

 No he escuchado de ninguno de estos «súper hombres» alguna idea sobre la estructura del Estado. Todos critican el pasado, pero nadie propone como construir una nueva forma de administrar los recursos comunes y que, ciertamente, profundice la democracia y construya un verdadero Estado de bienestar. Por supuesto, estoy pensando en un modelo federal de administración de la nación. 

En fin, escribo solamente para desahogarme porque, a veces, quisiera volver al pasado, salvar al filósofo francés y conducir la camioneta de la lavandería contra esta gente. 


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