domingo, 1 de octubre de 2023

El Mundo desde mi ventana: Sueños y ausencias

 

El mundo desde mi ventana

Sueños y ausencias

Gabriel Ulpiano García Torres


Quizás lo más duro de la ausencia es la nostalgia y la impresión de cercanía de quienes ya no están. Afecta ver la casa paterna, en la que ahora vive otra familia. Se extraña la dulce sonrisa de la madre, el sonido de su voz o las bromas del padre. A veces, a la hora del café, quisiéramos volver al viejo comedor en el que, sentados todos, hablábamos de lo humano y lo divino. 

Cuando jóvenes, con arrogancia, despreciamos el tiempo, no entendemos lo grave de lo efímero. 

Luego, en la adultez, pasamos de victimarios a víctimas y son los hijos los que no dan importancia al tic tac del reloj. El ovillo, con el hilo de los días, se acaba pronto. Crecen, se van y la historia se repite. Es un bucle. En medio, como consuelo ante lo inevitable, quedan figuras, recuerdos. 

De repente, cuando hay un poquito de suerte, los que se adelantaron se presentan en sueños. Volvemos a conversar, nos reímos o, sin pensar, los abrazamos. Si da tiempo, les contamos nuestras cosas y escuchamos sus consejos. Su presencia es absolutamente vívida y solo se difumina con la llegada del alba. Ese amanecer es distinto. El día transcurre de otra forma. Es una mezcla de alegría por haberlos visto y de ganas de volver a encontrarlos. 

Luego, pueden pasar meses de morriña hasta que alguna cosa, a veces insignificante, los trae a la memoria. Entretanto, nos inventamos formas para vivir la separación que, sabemos, es temporal. Creamos ocupaciones, trabajo, angustias, para evitar pensar en el dolor de la partida, de lo que no volverá a ser. 

Sobre esto se ha escrito mucho y nunca es suficiente. La muerte que niega el futuro, la lucha entre lo eterno y lo temporal. Al final, la vida no es más que una breve pausa en medio del infinito. Hay que abrazarla y abonarla. La mejor manera es pasar tiempo con los cercanos, con quienes vale la pena hablar, aunque estén lejos.  Compartir con ellos es lo que nos hace humanos, quizás más que nuestra capacidad para simbolizar o razonar. 

En algún rincón de la conciencia también mora el amigo, aquel al que creíamos eterno pero que, al final y como todos, fue vencido por el tiempo. 

En fin, hay que hacer esa llamada que por cualquier nimiedad postergamos. Es un privilegio escuchar un «aló», entender que están allí y no tener que esperar a que Morfeo, alguna madrugada, esté de buen humor y los deje venir un momento.

Con los años sabemos que, una vez que viajan, Aurora, la diosa romana del amanecer, siempre está acechando para separarnos.

Pero, a lo mejor, lo único que existe son los sueños.





No hay comentarios: