En una laguna
Gabriel U. García T.
Es viernes 8 de enero de 1988. Papá y mamá deben realizar un viaje. La casa queda encargada al mayor de los tres hermanos, Santiago, de diecisiete años. El tendrá que velar, durante el fin de semana, por Andrés de 14 y la pequeña María Fernanda con diez años solamente. El plan es simple. Ese día Santiago y Andrés lo dedicarán a despedir a su amigo “Pollo” que viaja a los Estados Unidos. La niña irá a la escuela y luego a la casa de una compañerita que está de cumpleaños. Al fin de la tarde los mayores volverán a recogerla.
María Fernanda se despide alegremente y el día va trascurriendo de acuerdo a lo planeado. Llega la tarde, la fiesta infantil se acaba y los invitados, sin que ella se de cuenta, poco a poco, van dejando la casa de su amiga. Pasan las horas y Santi no la recoge. Duerme ahí. Llega el segundo día y sus hermanos no vuelven por ella. Finalmente son sus padres los que vienen a buscarla.
Las cosas en casa están muy raras. No ve a sus ñaños por ningún lado. Finalmente, se entera de que están “desaparecidos”. No entiende muy bien lo que significa pero intuye algo muy grave.
Veinte años después, María Fernanda, luego de prepararse para ser cineasta, cuenta su historia en un documental. Narra como la policía secuestró y desapareció a sus hermanos. Después adulteró evidencia y fingió un accidente de tránsito que nunca ocurrió. Nos dice que todo el engranaje del poder se encargó de tapar lo ocurrido y que, la justicia ecuatoriana, se negó a condenar a los autores de una política de miedo y represión. Su madre murió buscando a sus hijos, o por lo menos sus cuerpos. En fin, cuenta, con la hábil mano del orfebre que teje una preciada filigrana, como su vida cambio para siempre. Le quedan, de sus hermanos, diez segundos de un video, una foto y dos prendas de vestir. De su madre el recuerdo de su lucha y, de su padre, la valentía del hombre que, pese a todo, supo sacarla adelante.
María Fernanda Restrepo, en su muy bien lograda película, reseña la historia del secuestro, tortura, muerte y desaparición de sus hermanos y el temor de nuestras autoridades para develar el misterio; pero también el testimonio de un inmenso amor familiar.
Cita la versión del cabo de policía Hugo España, que vive hoy como testigo protegido fuera del país, donde sostiene que, en la madrugada, los cuerpos sin vida de los hermanos Restrepo fueron arrojados a la laguna de Yambo. Sin embargo, todavía no se han hallado. Y mientras no se encuentren, nuestra justicia y nuestra institucionalidad como país, seguirán sumergidas en el frío y barroso fondo de esta obscura laguna.

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