Retórica y realidad
Gabriel U. García T.
Uno de los grandes pensadores del siglo XX en América Latina fue, sin lugar a dudas, el mexicano Octavio Paz. Nacido en medio de la revolución zapatista, emigrado a Estados Unidos, y asistente al Congreso Antifascista celebrado en España durante la Guerra Civil, Paz fue un pensador comprometido con el cambio social y golpeado duramente por la lacerante realidad mexicana. Mantuvo una larga amistad con Elena Poniatowska, esta noble polaca emigrada a México en medio de la Segunda Guerra Mundial, que luego se convertiría en un baluarte de la literatura latinoamericana.
Elena reseña su larga amistad con Paz en un libro maravilloso que tituló “Las palabras del árbol”. Ahí, Paz sostiene que una de las cosas que más le "asombra en los discursos de los políticos mexicanos es la sustitución de la realidad por la retórica" Es como una ceguera provocada desde el poder que impide ver lo que los ojos de los demás constatan sin ningún esfuerzo.
Esto vino a mi mente a raíz de una reciente visita a Amaluza, cabecera cantonal de Espíndola, en la provincia de Loja. Volvía como a los diez años por esas tierras, en las que transcurrió buena parte de mi niñez. El paisaje era exactamente igual al depositado en la memoria de mi infancia. Pero también la carretera. No había cambiado en nada en la última década y, al contrario, se había deteriorado seriamente. Un larga hilera de huecos piedras y derrumbes nos acompañaron desde que entramos a este maravilloso jirón de la Patria.
La abundante riqueza de su tierra y sus ríos contrasta seriamente con la pobreza de su habitantes. Niños con algún nivel de desnutrición, padres desesperados y abuelos a cargo de nietos, son la constante en el campo de esa parte de la provincia. Claro esto no concuerda con las cifras emitidas por el gobierno que anuncian que al menos seiscientos cincuenta y un mil ecuatorianos dejaron la pobreza el año anterior. Tampoco quiero decir que la cifra no sea real. Lo que debería indagarse es si este avance es equitativo en todas las provincias del país, o se produce más rápidamente en los grandes centros urbanos.
En fin mi nostalgia por Amaluza es, en el fondo, un permanente anhelo de que la retórica, finalmente, concatene con la realidad. Creo que eso se empezará a dar, cuando la carretera que lleva hasta ese sitio, deje de ser un camino de herradura y se convierta en el gran motor de la producción agrícola y pecuaria.
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