miércoles, 4 de septiembre de 2024

El Mundo desde mi ventana

 



Himno a la Cívica

Gabriel Ulpiano García Torres

 
Un ambiente de polémica se ha desatado en el país por la propuesta del Ministerio de Educación de un nuevo himno que busca fomentar valores. Por otra parte, según se anunció en You Tube, se reinstauran en el currículo las materias de Cívica y Ética y se añaden otros componentes para educar sobre el desarrollo sostenible, las emociones, el comportamiento en las vías y la administración financiera. 

Sin duda, los esfuerzos que se hagan en este sentido son loables pues tienden a mejorar la convivencia armónica de la sociedad; pero se corre el riesgo de olvidar los elementos fundamentales del sistema educativo, de los que poco o nada se dice. 

En el 2013, Umberto Eco, a propósito del examen de reválida del bachillerato que rindieron los estudiantes que terminaban la secundaria en Italia, reclamaba que, además de un desenvolvimiento competente en materias como matemáticas, física o química, los jóvenes que terminan el bachillerato, deben demostrar que poseen un conocimiento medio de la lengua de su país y “probar que saben articular un pensamiento, desarrollar un argumento sin confundir las causas con los efectos y viceversa, sabiendo distinguir una premisa de una conclusión”.

Claro, esto se dice rápido, pero tiene enormes implicaciones. Para que nuestras ideas sean cada vez más coherentes y analicen las razones que producen los hechos, sin duda es necesario ejercitarnos en la dialéctica y la filosofía, como bien sugerían los antiguos griegos. 

A su vez, esto se logra leyendo. 
Pero ¿cómo incentivar la lectura en un país en el que desde hace mucho tiempo no se inaugura una biblioteca? No sé si el querido lector recuerda cuando fue la última vez que atestiguó la apertura de un recinto dedicado al pensar. Quien escribe estas letras no es capaz de poner una fecha. Claro, se puede decir que, en los tiempos que corren, los textos son cada vez más digitales y están al alcance de un clic. Es verdad, pero las buenas ediciones, además de necesitar un soporte tecnológico, son de pago. Por ello se requiere inversión pública. 

Por otra parte, las salas en donde se guardan aprecian y usan los herederos del junco, de los que habla Irene Vallejo, no deben entenderse únicamente como espacios silenciosos donde leer, tienen que ser actrices de primera línea en la estimulación lectora y la promoción cultural. 

Claro, esto no es sólo responsabilidad del Estado central. También son corresponsables los gobiernos locales. Pensar en sistemas barriales con programas amplios que provoquen apropiarse de los libros a personas de todas las edades, debe ser un esfuerzo nacional y en todas las instancias de gobierno. 

Sin duda, en esto se juega el futuro. 

Las estadísticas indican que a mayores niveles de ilustración el desarrollo económico de un país es más elevado.  En un artículo de Daniela Rodríguez, publicado, en agosto de 2022, en el periódico “La República” de Colombia, la periodista sostiene: “Existe evidencia científica que demuestra la fuerte correlación que tienen las habilidades cognitivas de la población, sus ingresos individuales, la distribución económica y, por ende, el crecimiento económico”. 

En la misma columna expone algunos datos relevantes. Canadá y Francia son los dos países con mayores promedios de lectura por año. En ambas jurisdicciones las personas leen una media de diecisiete volúmenes anuales. Les sigue Estadios Unidos con doce. El país latinoamericano que más se destaca es Chile, que registra cinco punto tres obras per cápita anuales. Ecuador ni siquiera consta en la publicación. 

A esto, hay que sumarle las condiciones de inequidad. Los rincones para deslizar los dedos entre las páginas son más necesarios en la periferia, donde acceder a textos, sea por escasa conectividad o falta de dinero, es mucho más complicado. Un país que busque la justicia, sin duda, debe promover oportunidades para todos. Evidentemente, esto implica que los más desprotegidos sean quienes más lean. 

Por supuesto, esto requiere financiarse. Sin embargo, no es descabellado pensar que, de los más de cinco mil millones de dólares que están presupuestados para educación en este año, algo se destine para bibliotecas, estas antiguas instituciones humanas que, desde siempre, han promovido la justicia. 

Finalmente, los valores no se imponen, se proponen y las personas los asumen libremente luego de pasarlos por el tamiz de la razón. Para ello, naturalmente, entenderlos es importante y, como no, cultivarse ayuda. 




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