Estoicos
Gabriel
U. García T.
La ciudad de Lárnaca
debe tener unos setenta y dos mil habitantes. Está en el sur oeste de Chipre.
Allí, a orillas del mar Mediterráneo, 340 años antes de Cristo, nació un hombre
llamado Zenón. En ese tiempo, esa localidad, tenía el nombre de Citio.
Por ello le
decían Zenón de Citio.
Fue un filósofo
que gustaba conversar en un pórtico que, en griego, se dice “stoa”. Eso originó
el nombre de su escuela filosófica: los estoicos. Su moral inspiró gran parte del pensamiento
romano posterior y a personajes como Shakespeare, Espinoza, Kant y, sin duda, a
muchos dirigentes de la Revolución Francesa.
Su propuesta
fue sencilla pero profunda: los seres humanos deben obrar de acuerdo consigo mismo
y con la naturaleza, con indiferencia a las vicisitudes de la vida. El bien no
está en las cosas, sino en la sabiduría. Esto implica dominar las pasiones apelando
a la razón y la valentía. El estoicismo obliga a enfrentar los hechos con valor
y determinación.
Es lo que ha
hecho el pueblo ecuatoriano en estos días. Libra una de sus batallas más duras,
en medio de pobreza, desempleo y con un Estado profundamente endeudado, con poco
margen de acción. Guayaquil ha sido un ejemplo de solidaridad entre sus
habitantes. Quito, ha demostrado que puede respetar duras normas cuando se
trata de preservar el bien común. Loja, a pesar de su secular abandono, expresó
unidad y el deseo de apoyar al personal de salud.
La gran mayoría
de la gente se encerró en sus casas, con todas las carencias que se puedan
imaginar. Lo hizo pensando en todos. Sus reclamos no van más allá de las cosas
básicas. Quizás lo más dramático ha sido la búsqueda de los que se fueron y el
derecho a darles un entierro digno.
El ecuatoriano
es un pueblo heroico, heredero de la escuela de Zenón, digno de que el mundo lo
reconozca como estoico.
@gulpiano1
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