lunes, 2 de noviembre de 2020

Columna en "Hora 32": Difuntos

 

Difuntos

 

Gabriel U. García T.

 

La luz de sol está, particularmente, clara. Las nubes son escasas. El azul predomina en el infinito. Una anciana camina lentamente. La joven que la acompaña lleva un ramo de flores. Van, vestidas de negro, por el polvoriento camino que lleva al cementerio. No se las ve tristes. De rato en rato, una sonrisa ilumina sus rostros. Es dos de noviembre, no importa el año. Seguramente recuerdan, con cariño, a la persona que van a visitar. No se dirigen a una tumba, sino a saludar al ser querido. Quieren ponerse al día, contarle lo que ha pasado desde su ausencia.

Alrededor del camposanto hay una fiesta. Pequeñas chinganas con comida, puestos donde ofrecen flores, algún carro con helados y gente que vende refrescos, son parte del paisaje.

No es un día triste sino de alegría. Recordar a quienes se adelantaron. No importa la creencia. Para algunos será, en términos de Benedetti, un pequeño paréntesis en la eternidad. Para otros, retener un espacio de tiempo entre la nada. En ambos casos, anhelar lo que nunca más volverá a ser.

Es día de fiesta porque es tiempo de rendir testimonio sobre una existencia que no fue inútil. Es evidencia del cariño que la persona, que hoy reside en un catafalco, sentía por los otros.

Quizás este año, por la pandemia, el festejo no sea tan florido, pero nuestra gente, en su interior, celebrará la vida de los ausentes. Así somos los ecuatorianos. La ingratitud no está en nuestro diccionario.

 

@gulpiano1

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