Cuestión de oportunidades
Gabriel U. García T.
Son las siete de la tarde de un domingo cualquiera en Madrid. Hay todo un revuelo en el Museo del Prado. Se ha "descubierto" una réplica de la Gioconda que siempre estuvo ahí. Al parecer, el trabajo en su restauración, que le quitó un fondo negro para descubrir un hermoso paisaje tras la figura de la enigmática mujer, ha demostrado su extraordinaria similitud con el cuadro de Leonardo. Los investigadores creen que, lo más probable, es que fue hecho por alguien de su propio taller.
Aprovechando el pretexto, con mi esposa, decidimos pasar a verlo. La primera sorpresa es que, por ser fin de semana, la entrada a uno de los grandes museos que posee la humanidad, es gratuita. Dentro, una serie de colecciones de pintores y escultores que reflejan los episodios de nuestra historia como raza humana.
Vamos directamente a ver una muestra de la época obscura de Francisco de Goya. Luego a otra sala del mismo autor para ver su retrato de la condesa de Chinchón, aquella noble mujer a la que la Cascarilla curara de la malaria y que, con ello, facilitara el comercio del árbol nacional del Ecuador por todo el mundo. Después la "La maja vestida". A un lado dos pequeñas de entre cinco y seis años la contemplan asombradas. Piden a la madre las lleve a ver "La maja desnuda". Quieren compararlas. Se alejan. Nosotros vamos a ver a Rubens y su serie sobre la mitología griega.
Sin embargo la figura de las dos criaturas no se va de mi mente. Me pregunto si los niños ecuatorianos sabrán sobre las majas de Goya. Seguramente no.
Amartya Sen, el famoso premio Nobel, sostiene que la pobreza no es cuestión de poseer, o no, ciertas cosas, sino que es un asunto relacionado con las oportunidades. Oportunidad de salud, de educación, de trabajo y, claro ¿por qué no? de cultura. De esa cultura para la que García Lorca reclamaba la misma importancia que al dinero, al alimento o al techo.
La revolución cultural debe contemplar cosas sencillas. Que los museos no abran en horas de oficina sino cuando las familias tienen tiempo para visitarlos, es decir al principio de las noches o el fin de semana. Que las bibliotecas estén abiertas más allá de las seis de la tarde. Que los cines y teatros, que posee la Casa que fundara don Benjamín, puedan proyectar películas y presentar obras para el gran público.
Ojalá que, algún día, los hijos de mi hija discutan sobre si Kingman fue más original que Guayasamín o viceversa. Si llego a ver esto, entonces, estaré seguro de que el País cambió para siempre.

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