domingo, 30 de julio de 2017

Artículos en "La Hora"

Granizo tostado

Gabriel U. García T.

La historia política ecuatoriana está salpicada de pactos firmados en la trastienda. El primero, que recuerda nuestra vida republicana, es el que se produce entre Juan José Flores y Vicente Rocafuerte.  Resulta que el prócer guayaquileño era el jefe de la oposición al gobierno y organizó, en Guayaquil, un grupo, con el peculiar nombre de “chihuahuas”, para derrocar al régimen por la vía armada.

En 1834 Rocafuerte es capturado en la Isla Puná y, el Presidente, en lugar de ordenar su fusilamiento, le propone un pacto en aras a la estabilidad nacional. De hecho, gracias al acuerdo, don Vicente es electo Presidente de la República en 1835 y luego, en 1839, durante el segundo mandato de Flores, es designado Gobernador del Guayas. El convenio permanece hasta que, a Don Juan José, se le ocurrió la famosa “Carta de la Esclavitud” y, con ella, el deseo de perennizarse en el poder.

Este es solo el comienzo de una serie de acuerdos y desacuerdos entre rivales, aparentemente irreconciliables, pero que luego, y siempre procurando el bienestar nacional, se unen para co-gobernar o, simplemente, conspirar.  Como muestra, en la historia más reciente, el acucioso lector, no puede olvidar el famoso pacto de la “regalada gana” entre roldosistas y social-cristianos.

Todo esto, a raíz de dos hechos en el “juego de tronos” criollo. Por un lado el rumor, cada vez más insistente, de que el sector eléctrico ha sido entregado a don Dalo y sus amigos de Fuerza Ecuador. Por otra parte, en la reciente Sesión Solemne en homenaje a Guayaquil, oímos a un Jaime Nebot citando a  Galeano, Martí y Silvio Rodríguez. También, escuchamos al Excelentísimo Señor Presidente Constitucional de la República, licenciado Lenín Moreno, decirle al Alcalde del Puerto Principal “estimado Jaime, querido Amigo”.


A lo mejor, es por ello que el doctor Andrés F. Córdova, el famoso Lluro, cuando escribió sus memorias, sabiamente tituladas “Mis primeros noventa años”, dijo, de manera irónica, que, en la política ecuatoriana, ha visto “tostar granizo”. Por otra parte, el diálogo y los acuerdos siempre son buenos cuándo, en realidad, son por el bien del país.

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