domingo, 13 de agosto de 2017

Artículos en "La Hora"

Asco
Gabriel U. García T.

Últimamente, cuando revisamos la prensa nacional, vemos con desgano, asombro y asco, como se revelan nuevos casos de corrupción. Día a día se conocen más detalles, audios, videos, delaciones en torno al escándalo de Odebrecht. En cada noticiero de televisión cuentan como empresarios regalaron jugosas cantidades  de dinero, a personas cercanas a funcionarios del gobierno anterior, para posibilitar acercamientos o reuniones.

Genera repugnancia el cinismo con el que se quiere encubrir todo esto. Se usan eufemismos para disfrazar la verdad con frases altisonantes. A las coimas se las denomina “acuerdos entre privados” y a los sobres con dinero que, seguramente, es mal habido, se los entrega en la fiscalía diciendo que, más de dos millones de dólares, les llegaron  “de manera anónima”.

Se allanan domicilios, en investigaciones sobre enriquecimiento ilícito y se encuentran armas de grueso calibre, recordándonos la época de Al Capone. A veces, parece que estamos enfrentando a bandas mafiosas que tuvieron secuestrado el aparato público del país.

Cuando escribo estas letras, acaba de volver al Ecuador el ex-ministro Pareja Yannuzzelli. Todos estamos esperando sus revelaciones. Pero no con la expectativa que genera una película de suspenso, sino para saber cuando nos van a volver las arcadas al cuerpo, cuando nos invadirá, nuevamente, esa sensación de vómito que tenemos desde hace algunos meses.

Con ello, la ciudadanía está, cada vez más, alejándose de la política. Nadie quiere verse revuelto con esta gente, ni en estos escándalos. Parece que el ejercicio del servicio público solo sirve para que, unos cuantos, se enriquezcan de una manera insaciable.


Pero no debemos dejar que esta sensación de asco nos aleje. Hay que estar atentos al manejo de la cosa pública, que es de todos. El estado somos los ciudadanos jurídicamente organizados. Superemos el asco y vigilemos para que todo esto no quede impune. El país tiene futuro en la medida que quienes, en nuestro nombre, administran el erario nacional, entiendan su inmensa responsabilidad con las generaciones que vienen. 

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